Fue un acto políticamente
incorrecto el que me hizo comenzar a indagar por él, estoy seguro que muchas y
muchos aun lo recuerdan y no me quedan dudas de que el fujimontesinista
Espichan aún más. Esto me hizo comenzar
a seguirlo en los pocos medios que no se prestaron al juego de la dictadura en
donde era casi común verlo con algo que decir, siempre con algún abuso que
denunciar, siempre luchando, siempre firme.
Ese es el Javier que me hizo decir “tengo que militar con él”. En medio
de la lucha contra la dictadura, verlo en el Congreso, verlo en las calles,
verlo en las plazas arengando y marchando era un real incentivo. Cuando fui
enterándome de lo que ya había hecho durante los años de lucha que tenía, pues
no me quedaron dudas.
Fue extraño para mí que no
estuviese en ninguna lista de candidatos
al Congreso el año 2000, pero con la caída de la dictadura y las elecciones del
año siguiente lo volvimos a tener. Ahí decidí que ya era hora. Tuve varias conversaciones con gente allegada
a él que ya hablaban entonces del Partido Democrático Descentralista
(PDD). Fue el 2002 en que por fin pude
conocerlo, hablar con él, claro, solo atine a decirle que hacía ya algunos años
que lo admiraba. Esos años desde el Congreso siempre fue la cabeza visible del
partido pero creo que justamente su grado de responsabilidad en sus labores
congresales hizo difícil verlo seguido como me hubiese gustado.
Cuando logramos la inscripción
como partido, se decidió que Javier debería ser nuestro candidato presidencial,
ya entonces éramos el Partido Socialista, y confiábamos en poder lograrlo. Fue
una campaña intensa y casi sin recursos. No olvidare su discurso de cierre de
campaña el 2006, estaba súper ronco pero igual puso toda la fuerza y entrega a
la que siempre nos ha tenido acostumbrados y dio un hermoso discurso lleno de
mensajes y propuestas a futuro, a pesar
de que sabíamos que la votación sería muy baja para nosotros. Después de las
elecciones, había mucho por hacer, yo
sentía que teníamos que comenzar de cero, pero ahí estaba él, reconociendo
errores cometidos y recalcando ya desde entonces que la única alternativa para
que podamos ser gobierno era, la siguiente vez, sí ir unidos con los otros
partidos de izquierda. Fue a partir de ese periodo en que comencé a tratarlo y conocerlo
más
Entre las mucha cosas que aprendí
y me di cuenta es que en los debates políticos partidarios, a pesar de lo que
se cree, él no es el que tiene la última voz en las decisiones, posiblemente sí
uno de los que mejores ideas tiene, pero siempre respetuoso cuando es minoría o
sus ideas no eran las que las otras personas consideraban adecuadas en ese
momento.
Creo que los mejores momentos
empezaron no hace tanto en realidad, fue cuando decidimos aliarnos a Ollanta y
al nacionalismo. Las y los más allegados le decíamos que tenía que ser nuestro
candidato al Congreso pero se negaba a aceptarlo. Costo convencerlo pero las
razones políticas eran muchas, además, cuando llevamos la propuesta a la
asamblea de nuestro regional de Lima la votación, obviamente, fue unánime.
Arrancamos la campaña con algunos problemas, dado que era evidente que la
señora Nadine y mucha de su gente allegada no querían a Javier en la lista, y
esto hacia que en algunos momentos se planteara el no candidatear. A pesar de
todo lo hicimos. Semanas y semanas de reunión en reunión, volanteando, en
conferencias, en las calles, en las universidades, en todas las Limas, teníamos
un bonito equipo e íbamos a todos lados acompañándolo. Horas de horas de
charlas entre actividad y actividad o coordinando justamente esas actividades nos
hicieron dejar el ámbito político y llevar las cosas siempre al personal,
muchas anécdotas que escuchar, muchas que contar. Eso sí, en su lado humano
Javier siempre se daba un tiempo para lo que todas y todos nunca debemos dejar
olvidado, la familia. La mejor muestra
de eso fue que un día alguien del equipo le dijo ‘Javier, el domingo nos
esperan en Ate al medio día’, a lo que respondió automáticamente ‘imposible,
por favor pídanle a los compañeros que
lo pasen para más tarde’, '¿por qué?', pregunta uno de los presentes, ‘Le prometí
a mi nieta que almorzaría con ella’ respondió.
El día de las elecciones, al
terminar el proceso, estábamos en nuestro
local, éramos cientos esperando a Javier ya sabíamos que lo teníamos nuevamente
como congresista y queríamos celebrar con él. A su llegada todo era alegría,
aplausos, canticos y vivas, cuando le toco hablar agradeciendo a sus votantes,
a la militancia, a su esposa, a toda su familia y a todo el equipo de campaña,
las lágrimas en sus ojos fueron contagiosas para casi todas y todos los
asistentes. Lágrimas de alegría y emoción por supuesto, él lo dio todo, todas y
todos lo dimo todo y logramos que sea
uno de los más votados. Esos momentos son inolvidables.
Iniciada su labor congresal, el
trabajo político no fue dejado de lado, y su máxima apuesta, la unidad de la
izquierda, tiene ya un primer fruto que llamamos Fuerza Ciudadana, siendo
él uno de los fundadores y por supuesto unos de los incitadores (positivamente
hablando).
El tiempo sigue pasando y ahora
que volveré a ser padre, me pareció que algo más tenía que hacer por él, por un
hombre que tanto lucho por las y los demás, una persona que se dio integro
cuando y para quienes más lo necesitaron. Después de consultar con mi esposa y
con mi hijo mayor, lo decidimos, le mostraríamos nuestro reconocimiento poniéndole Javier como nombre a ese niño.
Hace pocos días volví a hablar
con él, obvio que recalcarle lo que siento por él no estuvo de más, y por
supuesto que aproveche la ocasión para decirle como se llamara mi hijo, pero
definitivamente lo que más grata impresión me dio fue escucharlo decir que yo,
junto a un pequeño grupo, era una de las
personas que consideraba más cercana, que consideraba que había sido una
persona que no me había acercado a él por ningún interés y que consideraba que
mi lealtad a él y a los principios que compartíamos había hecho que me
considere dentro de su círculo de amigos más cercanos. Como no sentirme
orgulloso de que alguien de la calidad moral y ética de Javier me diga eso,
como no comprometerme a seguir junto a él en la lucha por un Perú para todos y
todas.
Para terminar, en este momento
solo seguir mandándole fuerza, como lo
hace mucha gente, como lo hace su gran esposa que esta todo el tiempo a su
lado, sus hijos y su hija mi querida amiga, y desearle no al congresista, no al
dirigente, desearle a mi gran amigo que salga airoso de esta batalla.