Javier en vida nos enseñó mucho,
nos enseñó cómo era pelear por derechos para las personas con discapacidad, por
reparaciones para las y los afectados por el conflicto armado interno que vivió
el Perú, por igualdad en los derechos
para las mujeres, por derechos sexuales
y reproductivos, por derechos e igualdad para lesbianas, gais, trans y
bisexuales, por la protección de niñas y niños, nos enseñó a luchar siempre por
derechos humanos para todos y todas, canalizando la fuerza e indignación en
ayudar a las personas que más lo necesitan.
Javier nos dejó muchas lecciones,
nos mostró que es ser consecuente, nos mostró que es mantenerse en sus principios,
nos enseñó que se puede vivir haciendo política con moral y ética, nos enseñó cómo
vivir con la frente en alto haciendo de la justicia una forma de vida.
Quiero seguir recordando cuando
estaba con nosotros, quiero seguir recordando todo los momentos en que lo escuchábamos
hablar siempre en función de las personas, jamás en función a algún interese
particular y/o personal. Para él siempre era la gente lo primero. Creo que aún no nos reponemos de su partida, lo
creo porque veo su imagen en muchos lugares, porque escucho corear su nombre en
todo evento del Frente Amplio que por mucho tiempo lo tuvo como uno de sus principales
impulsores, lo creo porque aun leo a muchas y muchos revivir sus momentos con
él y escucho palabras cargadas de admiración y cariño cuando se le menciona.
Y lo seguiré recordando, no solo
al político, recordare a aquel que me dio su amistad y me abrió las puertas de
su casa en muchas ocasiones, a aquel que era capaz de bromear y hasta de
decirme como coloquialmente me dicen las y los jóvenes del partido en que
militamos juntos: “Pelado”. Porque sí, él también era capaz de bromear y reír
con nosotros.
Porque recordarlo no es solo
volver a vivir esos momentos, recordarlo
es mantener viva su imagen y continuar con su ejemplo.
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