Llegue a la avenida Arequipa
exactamente a las 17:59, en específico al paradero del “Corredor Azul”
correspondiente a la avenida Angamos, rumbo de sur a norte. En la cola había
unas diez o doce personas he hice cola una dos minutos pero en ellos pude
apreciar que los dos orientadores no se daban abasto para la cantidad de
preguntas de la gente pero si me resulto sorprendente que no conocían en que
paraderos se podía detener cada una de las distintas líneas (301, 303)
Mientras íbamos avanzando note
que en cada uno de los paraderos siguientes había un promedio de 20 personas. A
pesar de no parecer un numero exagerado los buses hacían cola en donde se juntaban al menos de
tres de ellos pero se hacía evidente, por lo menos desde arriba, que la
principal dificultad era que la gente no subía sino hasta después de preguntar
a los orientadores u orientadoras si dicho bus era el correcto para ellos o
ellas (tomar en cuenta lo que mencione de que muchos de dichos orientadores al
parecer aun no conocen el sistema muy bien). Si me causo ingrata sorpresa la
poca amabilidad del chofer (lamentablemente no anote la placa) ya que se notaba
irritado por lo que la gente no subía rápidamente y en más de una ocasión cerró
la puerta delantera antes de que terminen de subir y solo volvió a
abrirla por presión de los pasajeros que ya estábamos en el bus. Por lo que leo, son varias personas ya las que
han detectado un trato no lo suficientemente amable de parte de varios de estos
choferes. Paralelo a esto note un señor que en cada paradero gritaba para que,
al contrario de lo que decían las demás personas, el chofer cierre la puerta
dejando gente afuera.
A pesar de lo ya comentado, a las
18:11 ya estábamos en el paradero de la avenida Javier Prado. Nada mal el recorrido
en apenas doce minutos. Lamentablemente
hay una costumbre que la gente no pierde: Todo el mundo se amontona en la
puerta trasera (la de descenso) a pesar de que no van a bajar, lo que dificulta
que la gente pueda usarla fácilmente. Un joven a duras penas estaba a punto de
llegar a dicha puerta pidiendo permiso de modo muy amable y el individuo del
que comente líneas arriba le respondió "nadie te dará permiso, eso te pasa
por ser joven y votar por Villaran". El joven sorprendió no atino a decir
nada y solo intento bajar a toda prisa pues el mismo tipo gritaba a voz en
cuello para que el chofer avance y cierre la puerta de bajada. Yo le respondí
de modo tranquilo pero el señor ese decidió hacer como que no me escuchaba y siguió
con su larga lista de improperios contra Susana Villaran cada vez que el bus se detenía.
A partir del paradero ubicado en
el jirón Domingo Casanova, en Lince, el trafico sí empezó a ponerse terrible. Era
evidente que los taxis se han multiplicado en dicha ruta y varios de ellos se
estacionaban no solo en cada esquina de la avenida sino hasta en los paraderos
del corredor, en muchos casos era evidente que estaban ofreciendo el servicio
de “colectivo”. A partir de esa zona, y seguramente por la hora, ya se notaban
colas con mayor número de personas. El número de autos, sobre todo taxis, hacía que
el paso del bus sea muy lento. Ya en ese momento no solo era el señor
mencionado el que gritaba en cada esquina para que abran las puertas del bus
sino que se le habían sumado al menos una decena de personas. Por supuesto no
faltaron aquellos y aquellas que insistieron en usar la puerta delantera para
bajar. Cada vez que intentaba hablar con alguna de las personas que solo
gritaba acerca de lo poco conveniente de dicho proceder, la indiferencia era la respuesta,
estaban sordos ante mis palabras y la de algunos usuarios(as) que se me
sumaban. Para ese momento el señor que ya mencione varias veces estaba parado a
mi lado sonriendo ante cada uno de los “griteríos” que el mismo fomentaba.
Así llegamos hasta la avenida
Colon en donde yo ya bajaba, eran exactamente las 18:56 cuando pude descender.
Habíamos demorado 45 minutos desde la avenida Javier Prado en llegar. Bastante
más tiempo del que uno podía imaginarse tardar y a pesar de que el bus solo se
detuvo y abrió las puertas en los paraderos correspondiente y de que, a pesar
del incremento de personas en dichos paraderos, la subida y bajada de la gente
no tomo tanto tiempo en cada lugar.
De este viaje creo que podría sacar
algunas conclusiones, sin ser para nada una persona experta en el tema: Es
complicado darle fluidez a la ruta si los autos privados, especialmente los taxistas,
usan las mismas vías que los buses; el viaje puede resultar especialmente tenso
si no es la propia gente la que cambia esa costumbre de la “cultura combi” de
parar en cualquiera lado, en cualquier esquina, de subir y bajar por cualquier
puerta y/o exigir que se cierren o abran dichas puertas de forma
indiscriminada. Lo que viví ayer, como sé
que miles de personas lo hicieron, es un sistema que puede mejorar pero no solo
depende de la municipalidad, depende de nosotras, de nosotros y depende mucho
de que algunos usuarios privados como los taxistas no busquen aprovechar lo que
está pasando. Yo lo que vi ayer, es un sistema que puede cambiar Lima si
nosotras y nosotros también cambiamos.